120 casos de ACV por año en Argentina
El Accidente Cerebrovascular (ACV) es una emergencia médica que ocurre cuando el flujo de sangre que va hacia una parte del cerebro se interrumpe o se reduce, impidiendo que el tejido cerebral reciba oxígeno y nutrientes. En cuestión de minutos, las células comienzan a dañarse y, es por eso que, reconocer los síntomas y actuar rápidamente puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Cuanto antes se reciba atención médica, mayores son las posibilidades de recuperación y menores las secuelas.
El ACV puede presentarse de dos formas principalmente:
– Isquémico: representa la mayoría de los casos, ocurre cuando una arteria que lleva sangre al cerebro se obstruye, impidiendo el flujo normal.
– Hemorrágico: se produce cuando un vaso sanguíneo se rompe y provoca sangrado dentro o alrededor del cerebro, lo que aumenta la presión y daña las neuronas.
En ambos casos, la rapidez en la atención médica es determinante para reducir las complicaciones y aumentar las posibilidades de recuperación.
La cadena de vida del ACV, son una serie de acciones que deben desarrollarse sin demora desde el inicio de los síntomas hasta la atención especializada. Todo comienza con el reconocimiento de los signos de alarma, continúa con el llamado inmediato al servicio de emergencias y el traslado rápido a un centro de salud con capacidad para diagnóstico y tratamiento. Luego, el equipo médico realiza estudios de imágenes, como tomografía o resonancia, que permiten identificar el tipo de ACV y definir el tratamiento adecuado. Cada eslabón de esta cadena importa: se calcula que por cada minuto sin atención, el cerebro pierde cerca de 1,9 millones de neuronas.
El conocimiento es salud: el poder de reconocer las señales de un ACV
Cuando una persona sufre un ACV, cada segundo cuenta. A veces, la diferencia entre la vida y la muerte —o entre recuperarse y vivir con secuelas— está en que alguien reconozca lo que ocurre y actúe sin dudar. Por eso es tan importante que aprendamos a reconocer las señales: la dificultad para hablar, la pérdida repentina de fuerza en un brazo, la desviación de la boca. Son signos que no deben pasar desapercibidos. Si aparecen, hay que llamar de inmediato al servicio de emergencias. Entender que no es ‘ya va a pasar’, que no hay que esperar a que mejore.
En salud, la información tiene poder. Cuando una persona sabe qué hacer y una comunidad reconoce las señales de alerta, hay más posibilidades de actuar a tiempo y evitar consecuencias graves. Hablar de esto es generar conciencia, es acercar herramientas que pueden salvar a alguien que queremos, en otras palabras: el conocimiento puede cambiar una historia
En Argentina, se impulsa la campaña “HaBraSo”, una iniciativa que busca concientizar sobre la detección precoz del Accidente Cerebrovascular (ACV), una urgencia médica donde actuar rápido puede salvar vidas.
El nombre “HaBraSo” resume tres pasos simples que pueden ayudar a identificar los síntomas de un ACV:
– HA (Habla): hacer que la persona repita una frase. Si tiene dificultad o no puede hacerlo, puede ser un signo de alerta.
– BRA (Brazos): pedirle que levante los brazos como si sostuviera una bandeja. Si uno de ellos cae o no puede mantenerlos arriba, hay que prestar atención.
– SO (Sonrisa): pedirle que sonría y observá si la sonrisa es simétrica. Si un lado del rostro se ve caído, puede estar sufriendo un ACV.
Si notás alguno de estos signos, actúa rápido: buscá ayuda médica o acudí al centro de salud más cercano.
El tratamiento del ACV depende de su tipo. En el caso del isquémico, el objetivo es restablecer el flujo sanguíneo lo antes posible mediante medicación trombolítica —que disuelve el coágulo— o procedimientos endovasculares como la trombectomía mecánica. En el hemorrágico, se busca controlar la presión arterial, reparar el vaso dañado y, si es necesario, drenar el sangrado. La rehabilitación temprana y el acompañamiento de un equipo multidisciplinario resultan fundamentales para recuperar funciones motoras, cognitivas y del lenguaje.
La mayoría de los ACV pueden prevenirse mediante el control de los factores de riesgo. La hipertensión arterial, el tabaquismo, el colesterol elevado, la diabetes no controlada, el sobrepeso, el sedentarismo, el consumo excesivo de alcohol o drogas y la apnea del sueño son algunos de los más importantes. Mantener una alimentación equilibrada, realizar actividad física regular y acudir a controles médicos periódicos son medidas esenciales para reducir la posibilidad de sufrir un accidente cerebrovascular.
Actuar a tiempo salva vidas. Ante cualquier síntoma, no hay que esperar: cada minuto cuenta, y llamar al servicio de emergencias es el primer paso en la cadena de vida del ACV.
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