Tuberculosis: una enfermedad que se puede frenar con prevención y un tratamiento adecuado
La tuberculosis (TBC o TB) es una enfermedad infectocontagiosa crónica, prevenible y curable, causada por el Bacilo de Koch (Mycobacterium Tuberculosis). La tuberculosis más común es la pleuropulmonar (80%), aunque puede atacar a otros órganos (20%). Estas tuberculosis, llamadas extrapulmonares, pueden ser graves y afectar articulaciones, cerebro, huesos, intestinos o riñones.
La mayoría de las personas infectadas con la bacteria que causa la tuberculosis no presentan síntomas. Si bien el cuerpo puede hospedar la bacteria de la tuberculosis, el sistema inmunitario generalmente evita que produzca enfermedad. Esta fase, conocida como tuberculosis latente, no es contagiosa y puede ser detectable en exámenes diagnósticos. Cuando el sistema inmunitario no puede controlar al Bacilo de Koch, se convierte en tuberculosis activa. En esta última fase, la tuberculosis invade y lesiona los tejidos y órganos, puede ser contagiosa y afectar a otras personas, sus síntomas pueden manifestarse semanas o años después de la infección inicial.
¿Cómo se contagia?
La vía de contagio más común es de persona a persona, por la inhalación del bacilo a través del aire con gotitas de saliva, cuando una persona con tuberculosis habla, escupe, canta, tose o estornuda. Este germen puede flotar en el aire durante varias horas, según el tipo de ambiente. Para que se produzca el contagio, el contacto entre la persona enferma y la sana debe ser frecuente (por convivir o pasar varias horas juntas), en ambientes cerrados y poco ventilados. Es importante remarcar que la tuberculosis no se propaga por estrechar la mano o tocar la ropa de cama o los inodoros.
Población de riesgo
Existen diferentes grupos de riesgo que son más propensos a contraer la enfermedad, entre los cuales se encuentran los niños, adolescentes, embarazadas, personas con VIH, personas con diabetes, desnutridas o malnutridas, personas con cáncer o en tratamiento con corticoides o inmunosupresores (medicamentos que bajan las defensas).
Las personas infectadas por el VIH tienen 18 veces más probabilidades de desarrollar tuberculosis activa, mientras que las personas con desnutrición presentan un riesgo de tres veces mayor. Además, el consumo de alcohol y tabaquismo aumenta el riesgo de TBC.
Prevención y diagnóstico
La prevención juega un papel fundamental en la lucha contra la tuberculosis. La vacuna BCG es una herramienta vital en países con alta incidencia de la enfermedad. En Argentina, su administración al recién nacido es parte del Calendario de Vacunación oficial desde 2007. Además, el diagnóstico precoz es esencial para detener la propagación de la enfermedad. Pruebas como la Mantoux y análisis de sangre son fundamentales, así como la evaluación de síntomas como tos persistente, pérdida de peso y fatiga.
Existen medidas clave para prevenir el contagio en personas sanas frente a la tuberculosis, incluyendo el control y evaluación de convivientes, la toma adecuada de medicamentos según indicaciones médicas, el apoyo al paciente en su tratamiento, el uso de barbijo durante la enfermedad, el cubrirse la boca al toser o estornudar, la mantención de la higiene personal y del hogar, la ventilación de espacios cerrados, y el aislamiento respiratorio de convivientes durante las primeras semanas de tratamiento.
Tratamiento
Un tratamiento adecuado y completo es clave para la curación de la tuberculosis. Es fundamental seguir las indicaciones médicas durante al menos 6 meses para garantizar resultados exitosos. Todo paciente tratado correctamente no contagia la enfermedad. Es por ello que se hace hincapié en el apoyo y acompañamiento a quienes enfrentan esta enfermedad, tanto en el ámbito familiar como comunitario.
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