Cómo prevenir y protegerse del sarampión
El sarampión es una enfermedad viral altamente contagiosa que puede derivar en complicaciones graves. La vacunación es la herramienta más efectiva para prevenir su propagación y proteger a la comunidad. Especialistas advierten sobre la necesidad de mantener altas coberturas de inmunización y reforzar la vigilancia epidemiológica ante la detección de nuevos casos.
Esta enfermedad se caracteriza por fiebre alta, tos, congestión nasal, exantema, ojos llorosos o enrojecidos y, en algunos casos, la aparición de manchas blancas en la cara interna de las mejillas. Es importante destacar que, en personas con antecedente de vacunación, los síntomas pueden no manifestarse de la forma típica.
Se transmite a través de gotas en el aire provenientes de la nariz, boca o garganta de una persona infectada. El virus puede permanecer activo en el aire o en superficies hasta por dos horas, lo que significa que no es necesario el contacto directo para su propagación.
Esta enfermedad puede afectar a personas de todas las edades, pero es especialmente peligrosa en niños menores de 5 años o en personas deficiencia nutricional, ya que puede derivar en complicaciones graves como neumonía, convulsiones, meningoencefalitis, ceguera, encefalomielitis postinfecciosa e incluso la muerte.
La vacunación, la mejor herramienta de prevención.
La forma más efectiva de prevenir el sarampión es a través de la vacunación. Es fundamental alcanzar y mantener altas coberturas de inmunización con dos dosis de la vacuna contra el sarampión (doble o triple viral) a partir del primer año de vida. Además, un sistema de vigilancia epidemiológica eficaz permite la detección temprana de casos sospechosos y evita su propagación.
El esquema de vacunación contra el sarampión según el Calendario Nacional de Vacunación es el siguiente:
• De 12 meses a 4 años: deben recibir una dosis de vacuna triple viral.
• Mayores de 5 años, adolescentes y personas adultas: deben acreditar al menos dos dosis de vacuna con componente contra sarampión y rubéola, aplicadas después del primer año de vida (doble o triple viral), o contar con serología IgG positiva para sarampión y rubéola.
• Personas nacidas antes de 1965: se consideran inmunes y no necesitan vacunarse.
Si bien no hay un tratamiento específico contra el sarampión, el manejo de la enfermedad se basa en aliviar los síntomas y prevenir complicaciones. Se recomienda el reposo, una adecuada hidratación y el uso de antitérmicos para controlar la fiebre, además de recibir atención médica oportuna para evitar complicaciones graves.
Ante la presencia de estos síntomas, es fundamental acudir a una consulta médica, evitando en lo posible el uso de transporte público y utilizando barbijo. Al llegar al centro de salud, se debe informar los síntomas en el Triage o evaluación de ingreso para que la institución pueda tomar las medidas correspondientes a un caso sospechoso, incluyendo la disposición rápida del aislamiento respiratorio. Esto implica el uso obligatorio de barbijo tanto para la persona afectada como para sus acompañantes durante la circulación y atención dentro de la institución.
La detección de casos de sarampión hace imprescindible reforzar la vacunación y fortalecer la vigilancia epidemiológica para frenar la propagación del virus.
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