¿Cómo prevenir un ahogamiento por inmersión y qué hacer ante un episodio de este estilo?
Con la llegada del calor, muchas personas eligen refrescarse en piletas o vacacionar en lugares con mar, río o lagos, pero, durante esta época del año, también es muy común que se produzcan diferentes incidentes que pueden poner en riesgo la salud de grandes y chicos y que, en la mayoría de los casos, se pueden evitar si se ponen en práctica algunas medidas de prevención.
Debido al contexto de pandemia, este año se deben redoblar los esfuerzos, no solo para evitar dichos incidentes, sino también para no saturar el sistema con cuestiones prevenibles.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el ahogamiento es en nuestro país la segunda causa de muerte, de 1 a 15 años (detrás de los accidentes viales).
Por debajo de los 5 años, esto sucede generalmente en piscinas de clubes o familiares, con la presencia más o menos cercana de adultos.
Los preadolescentes y adolescentes se ahogan generalmente en aguas oscuras en movimiento (incluso algunos que nadan aceptablemente). Las causas primarias y generales de los ahogamientos son el incumplimiento parcial y a veces casi total de las pautas de seguridad.
El ahogamiento se produce cuando el aire no llega a los pulmones debido al ingreso de agua, lo cual ocasiona falta de oxígeno en la sangre y puede, a su vez, derivar en un posterior daño cerebral. Se define como el proceso de sufrir dificultades respiratorias por sumersión o inmersión en un líquido, la cual puede tener un compromiso, no solo respiratorio sino también cardiovascular, cerebral y, finalmente, de todos los órganos.
Uno de los mitos del “ahogamiento” es que son necesarias grandes cantidades de agua para que una persona se ahogue, sin embargo, esto no es así. Asimismo, también se suele pensar que no se trata de accidentes frecuentes, aunque la evidencia indique lo contrario.
A continuación, te compartimos una serie de medidas simples que podemos implementar para evitar este acontecimiento:
– No dejar a los niños solos en una bañera, pileta, pileta de lona, tanques australianos, o diversos recipientes donde pueda introducirse un niño. Se recomienda supervisar permanentemente a los menores que se encuentran cercanos a una superficie de agua -ya que esto reduce la probabilidad de ahogamiento en un 80%-; y, en el caso de las piletas se recomienda colocar un vallado que rodee todos sus bordes.
Cerco perimetral – Recomendaciones:
– Debe tener 1,30 m de alto como mínimo, enterizo o con barrotes verticales separados por una distancia máxima de 10 cm (jamás barrotes transversales que faciliten el “efecto escalera”).
– El cerco debe tener una puerta única con un mecanismo de apertura-
– Cierre no accionable por niños pequeños.
– No dejar mesas, sillas o reposeras próximas al cerco, que faciliten su escalamiento.
– Los bordes y el piso de la piscina deben ser de material antideslizante.
– Las piletas “inflables” o “desarmables” que no cuenten con cerco deben ser siempre vaciadas totalmente luego de su uso diario.
Proporción segura entre número de cuidadores y niños:
– Lactantes: 1 adulto por cada niño/a.
– De 1 a 2 años: 1 adulto cada 2 niños/as.
– De 2 a 3 años: 1 adulto cada 3 niños/as.
Luego de los 4 años: de acuerdo al grado de aprendizaje de la natación que tengan los niños/as.
– No nadar o navegar después de haber ingerido alcohol, sedantes o cualquier tipo de estupefaciente.
– Considerar la propia capacidad para nadar y no sobreestimarla. En caso de ser necesario, se recomienda utilizar dispositivos de flotación personales de forma apropiada.
– Ante la caída accidental o naufragio en aguas oscuras (arroyos, ríos, lagos y mar) deben sacarse inmediatamente: zapatos, pantalones (ambos sexos) y pulóveres o camperas. Limitarse a “flotar” y concentrarse en pensar cuál puede ser la mejor manera de pedir socorro: verbal, gestual.
¿Cómo ayudar a una persona que se encuentra en una situación de ahogamiento?
Si nos encontramos con una persona que sufrió un episodio de ahogamiento, te recomendamos brindarle primeros auxilios, buscar atención médica de inmediato y solicitar un Desfibrilador Externo Automático (DEA), para utilizar en caso de que sea necesario.
Si la persona no responde, se debe comenzar con la reanimación cardiopulmonar (RCP), la cual debe determinarse tan pronto como sea posible. Por ello, para una correcta realización de las maniobras de RCP, se aconseja:
– Asegurarse de que la víctima esté tendida de espaldas y sobre una superficie firme y plana.
– Retirar su ropa para dejar el pecho descubierto.
– Colocarse de rodillas de manera perpendicular al cuerpo de la víctima, ubicar la base de una mano en el centro del pecho (sobre la mitad inferior del esternón) y la otra por encima de la primera.
– Con los brazos firmes y sin flexionar los codos, comenzar a realizar compresiones con fuerza, rápidamente y de forma constante (el ritmo y frecuencia debe ser entre 100 y 120 compresiones por minuto).
– Dejar que el tórax vuelva a su posición normal, y realizar las compresiones hasta que la víctima se recupere, o hasta la llegada de la ambulancia.
– Realizar desfibrilación precoz.
Se recomienda realizar entre 100 y 120 compresiones torácicas por minuto hasta que llegue el servicio de emergencias, alternando -de ser posible- la persona que las lleva a cabo para evitar el cansancio, las interrupciones y la disminución de la eficacia de cada compresión. Si se cuenta con el entrenamiento adecuado y un dispositivo de barrera o mascarilla para brindar respiración boca a boca, se deben intercalar 30 compresiones con 2 ventilaciones, durante 5 ciclos.
En caso de que la persona ahogada se haya recuperado, se la debe tranquilizar hasta que llegue la ayuda médica solicitada con anterioridad, la cual debe administrar oxígeno suplementario para ayudar a mejorar la capacidad respiratoria.