50% de quienes tienen hepatitis crónica, no conocen su diagnóstico
En Argentina se estima que hay entre 332.000 y 400.000 personas infectadas por hepatitis C y B. En cuanto al tipo C, solo el 35% de las personas infectadas han sido diagnosticadas
La hepatitis es una inflamación del hígado que ocurre cuando este órgano se lesiona o se infecta, pudiendo dañarlo y afectar su buen funcionamiento. Esa inflamación puede ser causada por una variedad de toxinas, enfermedades autoinmunes o patógenos como virus, bacterias o parásitos. La hepatitis puede ser aguda (a corto plazo) o crónica (a largo plazo).
Los tipos de hepatitis responden a distintas causas: la hepatitis viral es el tipo más común, causada por uno de los virus de las hepatitis A, B, C, D y E; siendo A, B y C los más habituales. La hepatitis alcohólica es consecuencia del consumo excesivo de alcohol. La hepatitis tóxica es causada por ciertos venenos, productos químicos, medicamentos o suplementos y, por último, la hepatitis autoinmune, que es un tipo crónico en el que su sistema inmunitario ataca el hígado. Se desconoce la causa pero la genética y el entorno pueden influir.
En general, la hepatitis A y E se transmiten a través del contacto con alimentos o agua contaminados con las heces de una persona infectada. También se puede contraer hepatitis E al comer carne de cerdo, ciervo o mariscos poco cocidos. En el caso de las hepatitis B, C y D se transmiten a través del contacto con sangre u otros fluidos corporales (semen, secreciones vaginales), que pueden darse por compartir agujas o mantener relaciones sexuales sin protección.
Así, el riesgo de contraer esta enfermedad depende del tipo: con la mayoría de los tipos virales su riesgo es mayor si se tienen relaciones sexuales sin protección, y en el caso de aquellas personas que beben mucho durante períodos prolongados, corren el riesgo de contraer hepatitis alcohólica.
Existen personas que pueden no mostrar síntomas por lo que no sabrían que están infectadas, pero quiénes sí los tienen, pueden experimentar fiebre, fatiga, pérdida de apetito, náuseas y/o vómitos, dolor abdominal, orina oscura, heces de color arcilla, dolor en las articulaciones o ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos).
Ante esto, la Dra. El Haj aclara: En el caso de una infección aguda, los síntomas pueden aparecer entre dos semanas y seis meses después de la infección. En una infección crónica, es posible que los síntomas no se manifiesten hasta años después.
Para diagnosticarla, el médico consulta la historia clínica y los síntomas presentes, realiza un examen físico, pide un análisis de sangre que incluye una prueba de hepatitis viral y solicita pruebas según lo considere.
La hepatitis puede prevenirse de diferentes maneras: para reducir el riesgo de contraer o propagar el virus de la hepatitis A, es esencial lavarse bien las manos. En cuanto a la hepatitis B y C, También podemos evitar el contagio con los siguientes hábitos saludables:
– No compartir los objetos personales con otras personas (cepillos de dientes, alicates, agujas, etc.)
– Utilizar métodos de cuidado de barrera durante las relaciones sexuales, que además ayudan a prevenir otras infecciones de transmisión sexual
– En el caso del personal de salud, cumplir con las medidas de bioseguridad.
Conocer su estado y acceder al tratamiento es crucial para las mujeres embarazadas con hepatitis B crónica para prevenir la transmisión materno infantil.
La vacunación es la manera más segura y efectiva de reducir el riesgo de infección, ya que con tres aplicaciones, se logra una protección del 90%. En Argentina, se indica vacunar con la vacuna para VHB a los recién nacidos dentro de las primeras 12 horas de vida, y luego administrar dosis adicionales a los 2, 4 y 6 meses según el Calendario Nacional de Vacunación. En el caso de adolescentes y adultos que no fueron vacunados previamente, se sugiere una inmunización universal contra la hepatitis B. La misma consta de tres dosis, una inicial, otra al mes y la última a los seis meses de la primera dosis.
A los 10 años, se debe considerar una dosis de refuerzo si es necesario o si no se han generado suficientes anticuerpos.
Para el tratamiento de la hepatitis crónica, existen diversos medicamentos. Actualmente se utilizan antivirales para ciertos tipos de hepatitis. Otros tratamientos posibles pueden incluir cirugía y diversos procedimientos médicos.
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